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Ha llegado el momento del silencio y de vuestra comunicación conmigo, para que así como se confunden en el mar las olas, vosotros os unáis a mi Espíritu divino; silencio no solamente en los labios, sino también en vuestro templo interior porque es con vuestro espíritu con quien deseo conversar y el momento es solemne. Hace mucho tiempo que no habláis conmigo porque hasta la oración, que es el lenguaje que debe emplear vuestro espíritu para hablar con su Señor, ha sido olvidado. Es un idioma desconocido para los hombres de este tiempo.
El que no conoce la verdadera oración, no conoce los deleites que ella encierra, no sabe la fuente de salud y de bienes que en ella se encuentran; siente el impulso de acercarse a Mí, de hablarme y presentarme su petición; pero, careciendo de espiritualidad, le parece tan pobre la ofrenda de elevar tan sólo el pensamiento, que busca al instante algo material qué ofrecerme, creyendo que con ello me halaga mejor. La verdadera oración no es practicada en este tiempo por la humanidad, de ahí que haya tenido que formar oraciones para repetirlas maquinalmente cuantas veces le es necesario.
¡Cuánta miseria han arrastrado los hombres, tan sólo por no saber orar! Y es natural, ¿Qué fortaleza espiritual puede tener un ser humano, para resistir las pruebas de la vida, si no hace nada por aproximarse a la fuente de vida que existe en mi Espíritu? Me busca en los abismos, en las sombras, pudiendo elevarse para encontrarme en la cumbre, y en la luz.
La oración es una gracia que Dios ha entregado al hombre para que le sirva de escala para elevarse, de arma para defenderse, de libro para instruirse y de bálsamo para ungirse y sanar de todo mal. La oración es la barca salvadora de todos los náufragos en este mar tempestuoso, porque el que llega a orar bien, se fortalece, se llena de fe, se siente superior a todas las pruebas y sabe esperar confiado la llegada de la paz.
La oración es baluarte, arma y escudo del espíritu, refugiaos siempre en ella y no seréis débiles, ya que es el medio revelado a vuestro espíritu para llegar hasta Mí con vuestras interrogaciones, inquietudes, anhelos de luz y con vuestra gratitud. A través de esta comunicación podéis disipar vuestras dudas y descorrer el velo que oculte algún misterio. La oración debe ser para vosotros algo más grande y poderoso que repetir las palabras aprendidas de memoria con las que nada alcanzáis si no tenéis elevación espiritual.
¿En qué consiste la oración?
¿Qué podéis pedir al que os ha creado que El no os conceda, siempre que lo que pidáis sea para bien de vuestro espíritu y cuerpo? Mas debéis aprender a ser conformes con mi voluntad. No olvidéis que más tengo que daros que vosotros que pedirme, y que mientras vosotros estáis pidiendo al Padre que os dé, Yo os estoy pidiendo que sepáis recibir. Yo os digo que la oración es el idioma del espíritu, a través de ella vuestro corazón me habla, se queja, me pide, llora y se fortalece; pero a veces, cuando vuestro ser se encuentra lleno de gozo o se siente inundado de paz, entonces la oración se convierte en un himno espiritual que llega hasta la altura de mi Reino y al cielo le arrancáis un secreto.
Debéis practicar la oración en cualquiera que sea la condición en que os encontréis, con el fin de que sepáis invocar mi ayuda en los trances más difíciles de vuestra vida, sin perder la serenidad, la fe en mi presencia, la confianza y el dominio sobre vosotros mismos. La verdadera oración, es permitir que vuestro espíritu se eleve libremente hacia el Padre, en entregaros con plena confianza y fe en aquel acto; en recibir en vuestro corazón y en la mente las sensaciones recogidas por el espíritu; en aceptar con verdadera humildad la voluntad del Padre.
Cuando Yo os digo que oréis, debéis de comprender que os pido buenas obras, ya que ellas son y no vuestras palabras o pensamientos, las que verdaderamente hablan a mi Espíritu. Un pensamiento, por muy hermoso que sea, si no es sentido, carece de esencia. Una palabra o una frase por muy bellamente que sea dicha, sino se transforma en obra, no tendrá vida y ya sabéis que lo que no tiene vida, no existe, por lo tanto no puede ser recibido por Mí.
Yo os enseño la forma en que debéis de estar preparados para que vuestras obras de cada día estén inspiradas por nobles sentimientos y para que las vicisitudes y dificultades no os detengan ni os hagan retroceder; cuando abráis vuestros ojos a la luz del nuevo día, orad, aproximaos a Mí a través del pensamiento, formad entonces vuestro plan y ya inspirados con mi luz y levantaos a luchar, proponiéndoos ser fuertes y no faltar un solo instante a la obediencia y a la fe. Orad más con el espíritu que con la materia, porque para salvarse no basta un instante de oración o un día de amor, sino una vida de perseverancia, de paciencia, de obras elevadas y acatamiento a mis mandatos.
En la oración encontraréis la forma de prevenir algún peligro, de resolver un problema, de solucionar una confusión. En aquella hora de bendita comunicación espiritual, se aclararán todos vuestros sentidos y os sentiréis más dispuestos e inclinados a hacer el bien. Los padres de familia se inspirarán a través de la oración para conducir a sus hijos. La salud la recibirán los enfermos por medio de la oración. Los gobernantes resolverán sus grandes problemas, y el hombre de ciencia recibirá las revelaciones también por medio de este bendito don.
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Aprended a acercaros a Mí, a pedirme, a recibir y a esperar; veréis entonces como se hacen patentes los prodigios en vuestra vida. Buscadme como Padre, como Doctor, como Maestro y muy cerca me tendréis. Pedidme y os daré, más procurad imitarme, aunque sea en una sola de vuestras acciones o pensamientos de cada día y Yo me encargaré de hacer fructificar lo que hiciereis en mi nombre. No olvidéis que cuando imploréis mi ayuda, Yo ya me habré anticipado a limpiar vuestro camino. Recordad la lección en la que os dije: "PEDID, PEDID QUE SE OS DARÁ". Ahora vengo a deciros: "APRENDED A PEDIR"
¿Qué podéis presentarme, ya sea en vuestro corazón o en vuestro espíritu que Yo no contemple? ¿Qué sufrimiento, anhelos, inquietudes o secretos podéis ocultarme? NINGUNO. Entonces aprended a orar espiritualmente, a confesaros interiormente delante de Mí, a confiar en mi providencia y en mi caridad para que dejéis penetrar en vuestro corazón esa paz que tanta falta le hace. Vosotros pedís para ahora mismo.
La oración da lustre y brillo a las armas de amor, con las que debéis conquistar la paz para la humanidad; hace que despierten las facultades, se sensibiliza el espíritu, la mirada se hace penetrante y el corazón sensitivo.
Fuente:
El Tercer Testamento, Revelaciones del Espíritu de Verdad, 1866-1950
Contactos: temas_2001@yahoo.com, patypalencia@yahoo.com
www.eltercertestamento.org
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