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Muchos hombres, escépticos, sonríen irónicamente cuando se les habla de la vida espiritual; mas llegará la hora de la muerte, aquélla en la que no hay corazón que no tema, ni espíritu que no tiemble ante la presencia inminente de la eternidad. La muerte como la concebís vosotros no existe o sea el dejar de existir, no puede ser muerte o fin para el espíritu.
Cuando la humanidad comprenda que el desprendimiento del espíritu al dejar la materia en este mundo, es el paso de transición, indispensable para acercarse a la morada de la paz, será entonces cuando deje de temer a lo que llama desconocido.
Nadie encontrará la muerte para su espíritu, porque ésta no existe. Yo no la he creado, porque Yo soy la vida, recordad que os dije: Dios no es Dios de muertos, sino de vivos. Cierto es que vuestros cuerpos bajarán a la tierra, en cuyo seno se confundirán para fecundarla, porque aun después de muertos seguirán siendo savia y vida.
Ahí donde creéis contemplar la muerte, está la vida; donde miráis el fin, está el principio. Donde creéis que todo es misterio e insondable arcano, está la luz, donde creéis que está la nada, está el todo y donde percibís el silencio, está el concierto divino. El cuerpo cuando muere, es como la flor cuando se corta que luego se marchita, mas su perfume es como el espíritu que se desprende e inunda de esencia el ambiente.
Al espíritu le hace falta un verdadero conocimiento espiritual, para continuar, después de la muerte de su materia, su viaje hacia el Más Allá; por eso, vengo a dar al espíritu enseñanzas que parecen fantasías al hombre, lecciones profundas e insondables para la imaginación más despierta.
Yo siempre soy justo en mis determinaciones. ¿Por qué a veces queréis intercalaros en mis altos designios? Aquellos seres con los cuales tuvisteis vínculos en la Tierra, y que ahora son vuestros hermanos espirituales, están cerca de vosotros.
Esos seres que ya dejaron su cuerpo en este mundo, y a quienes todavía llamáis los vuestros, están en la morada que les corresponde según sus obras o méritos que hayan hecho en su vida. Lo que el espíritu cultive, eso será lo que recoja; esa es Mi Ley y Mi Justicia Divina.
Debéis saber que el espíritu de quien desencarna no podrá gozar de inmediato de esa dicha eterna con la que soñaba. Así como tampoco sufrirá eternamente por sus culpas, porque debéis entender que la base de mi Doctrina es el amor. Por lo tanto cada quién recibirá de acuerdo con sus actos y su arrepentimiento.
¿Sabéis qué es lo que sucede a esos seres que tenían la seguridad de llegar al cielo y que en lugar de ello sólo encontraron confusión? al no poder elevarse a las alturas en donde se encuentran las moradas de mayor luz, porque les falto en su vida material un punto de apoyo que sólo lo da el cumplimiento y la evolución espiritual, creando para sí, sin darse cuenta, un mundo que ni es humano ni es espiritual.
Entonces, todos aquellos que en esta Tierra se prepararon espiritualmente, brillarán con verdadera luz y asombrados verán cómo los que en este mundo brillaron con falsa luz, en el Más Allá, lloran su miseria espiritual.
Ahí, en ese breve instante de iluminación ante la luz de la conciencia, es donde muchos recogen su galardón, pero también donde muchos ven desvanecer su falsa grandeza. Yo os digo que en la hora suprema de la muerte de vuestro cuerpo, será mi voz quien le diga a vuestro espíritu la verdad de su elevación.
Lo que los hombres llaman gloria o infierno, no son lugares determinados, es la esencia de sus obras la cual recoge vuestro espíritu cuando llega al valle espiritual. Cada quien vive su infierno, habita su mundo de expiación, o goza de la beatitud que da la elevación y la armonía con el Espíritu Divino.
Juzgaos a vosotros mismos: ¿Adónde iréis, Después de la muerte de vuestro cuerpo? No digáis que hay solamente un Cielo y una Tierra, y que éstos son lugares determinados, existen millares de mundos; no olvidéis lo que dije a través de Jesús el Cristo: “hay muchas moradas en la casa de mi Padre”.
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