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De cierto os digo que la expresión más elevada y pura del espíritu, es la conciencia; esa divina luz interior que la hace ser entre todas las criaturas que le rodean, la primera, la más alta, la más grande y la más noble.
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Con esto podréis comprender que no existe ni ha existido un ser humano en quien no haya estado un espíritu animándole, ni ha existido jamás un espíritu que careciese de conciencia. Ved cómo el hombre está antes y por sobre todo cuanto le rodea; que es el único ser dotado en el hombre, pero la humanidad no ha alcanzado el desarrollo necesario para guiar toda su vida por esa luz. Ha tenido necesidad de leyes, enseñanzas, preceptos y consejos.
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La conciencia es la chispa divina, es una superior y es una fuerza para ayudar al hombre a no pecar. ¿Qué mérito habría en el hombre si la conciencia tuviera fuerza material para obligarlo a permanecer en el bien? Yo quiero que sepáis que el mérito consiste en escuchar aquella voz, en persuadirse de que ella nunca miente ni se equivoca en lo que aconseja y en obedecer fielmente sus dictados. Como vosotros podréis comprender, para escuchar claramente aquella voz, se requiere preparación en sí mismo.
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¿QUIÉNES PRACTICAN ESTA OBEDIENCIA EN LOS TIEMPOS PRESENTES? Contestaos vosotros…
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Es necesario que os hable así, para que a tiempo reflexionéis y penetréis en un examen minucioso de vuestras obras, pensamientos, sentimientos, palabras y propósitos, dejando que sea vuestra conciencia la que presida esa meditación y ese examen. Oíd mi voz que a cada instante os despierta, esa voz interior que os reclama el cumplimiento de mi ley, porque hasta ahora habéis caminado a vuestro libre albedrío, haciendo cuanto os place en vuestra vida.
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Entonces la conciencia embellecerá la pobre vida humana, pero antes será necesario que el hombre se aleje de todas las pasiones que lo apartan de Dios, para seguir el sendero de la justicia y la sabiduría. Será cuando empiece para vosotros la nueva vida que hoy contempláis con indiferencia, porque no sabéis lo que despreciáis ni imagináis su perfección.
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Vuelvo a deciros que si uno solo de mis atributos os lo hubiese negado, no tendría yo derecho a reclamaros los errores que cometisteis en vuestra vida. Yo os invito a meditar profundamente en mi palabra y debo deciros que si después de oírme, alguno siguiese considerando injustos mis reclamos y mis juicios, habrá sido porque no puede penetrar en el sentido de mi palabra y yo tendré que perdonar su dureza de corazón y de entendimiento.
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¿QUIÉN CREÉIS QUE HA DADO AL ESPÍRITU LA ILUMINACIÓN DE UN JUEZ PERFECTO PARA JUZGARSE A SÍ MISMO? LA CONCIENCIA, que en esa hora de justicia os parecerá que brilla con claridad antes nunca vista, y ella será la que diga a cada quien, que fue lo bueno, lo justo, lo real, lo verdadero que hizo en la tierra y que fue lo malo, lo falso y lo impuro, que en su camino sembró.
EL SANTUARIO DEL QUE ACABO DE HABLAROS, ES EL DE LA CONCIENCIA. ESE TEMPLO QUE NADIE PODRÁ PROFANAR, ESE TEMPLO EN EL QUE HABITA DIOS Y DE DONDE SALE SU VOZ Y BROTA LA LUZ.
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En el mundo nunca habéis sabido penetrar en ese santuario interior, porque vuestra personalidad humana siempre procura los medios de evadir la voz sabia que en cada hombre habla. Os digo que, al despojarse vuestro espíritu de su envoltura, al fin podrá detenerse ante el umbral de ese santuario para disponerse a entrar en él y ante ese altar del espíritu, postrarse, oírse a sí mismo, examinar sus obras esa luz que es la conciencia y oír hablar dentro de sí la voz de Dios, como Padre, como maestro y como juez.
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Cuando es espíritu que está frente a su conciencia y ella se hace presente con claridad de la verdad, ese ser se siente sin fuerzas para escucharse a sí mismo; quisiera no haber existido nunca, porque ante sí, en un instante, pasa delante de su mente toda su vida, la que dejó atrás, la que poseyó y fue suya y de la cual ha llegado por fin a redimir cuentas.
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LA CONCIENCIA ES COMO UN ESPEJO EN EL CUAL SE CONTEMPLA VUESTRO ESPÍRITU. Los que se obstinan en su necedad, los que se aferran a sus errores y a sus tradiciones, dispuestos a sostenerlos hasta el fin, a pesar de los juicios y dictados de la conciencia, esos, a sabiendas, se dirigirán hacia el abismo de confusión y de tinieblas donde vuestro Padre no quisiera que nadie penetrara.
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La lucha se ha establecido en el interior de vuestro corazón; oís mi voz que, tocando a vuestro espíritu a través de vuestra conciencia, os dice: ¡SEGUIDME! Mientras, la carne y el mundo ejercen gran influencia sobre el espíritu. El mundo es valle de expiación en el que así como se peca, también se purifica; de cierto os digo que el más allá es diferente a lo que en la tierra conocéis, porque el que llega a él envuelto en pecado e impurezas, tiene que sufrir dolores muy grandes, infinitamente más grandes que aquellos que sufrió como humano; porque ya en el espíritu, la conciencia se hace oír con más claridad por el espíritu, el cual al encontrarse ante tanta pureza quisiera desaparecer o por lo menos volver al mundo material que dejó, donde según él, no se notaban sus múltiples imperfecciones.
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¡CUAL DECISIVA SERÁ EN ESE INSTANTE LA MISIÓN DE VUESTRA CONCIENCIA, PORQUE NADIE PODRÁ CALLAR LA VOZ DE ESE JUEZ QUE VIVE UNIDO INDISOLUBLEMENTE A VUESTRO ESPÍRITU!
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Analizaréis todos los actos de vuestra vida y ninguno se sentirá juzgado con exceso de rigor o sobra de benevolencia. Ahí será donde esa luz que puse desde el principio para que iluminara el camino del espíritu, brillará intensamente.
Bibliografía:
Temas del Tercer Testamento, Ediciones el nuevo mensaje
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