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Vosotras mujeres y madres, cuando inclinéis vuestra faz para besar la frente del hijo que dulcemente duerme en la cuna, pensad en aquellas madres, que antes fueron como alondras y ahora han perdido el nido, al compañero y a sus hijos, porque la guerra como viento huracanado todo lo destruyo.
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Cuando cerréis vuestra puerta y sintáis el dulce calor del hogar y su protección, pensad en los niños que llaman a sus padres sin recibir respuesta, y en aquellos que tan solo pronuncian una palabra: ¡pan!.
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Varones: cuando retornéis al hogar con paso presuroso, porque deseáis estar estrechar a la esposa, o miraros en los ojos de vuestros hijos, y lleváis alegría porque el fruto del trabajo vais a entregarlo a los vuestros, no lo olvidéis que esa misma hora, hay muchos que lloran.
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No tratéis mal a vuestra esposa, tened caridad de ella, es parte de vosotros mismos, os he dicho: AMAOS LOS UNOS A LOS OTROS, empezad por vuestra propia familia, porque así os hable, porque contemplo entre vosotros hogares destrozados, porque desatendiendo vuestros deberes, os habéis creado fuera de ellos nuevas obligaciones sin importaros el dolor y el abandono de los vuestros. Ved por doquiera cuántos hogares destruidos, cuantas mujeres en el vicio, cuántos niños sin padre.
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¿Cómo podrá existir en esos corazones la ternura y el amor? ¿No juzgáis que quien ha dado muerte a la felicidad de esos seres y ha destruido lo que es sagrado, es u n criminal? No solo asesinan los que quitan la vida del cuerpo, también los que destrozan el corazón con el engaño. Los que matan los sentimientos, la fe, el ideal; son asesinos del espíritu.
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Y cuántos de éstos, van libres, sin presidio y sin cadenas. Pensad varones, que muchas veces habéis hecho caer en vuestras redes a aquellas mujeres virtuosas, buscando en ellas las fibras más sensibles y débiles. Y esos espejos que fueron limpios y que hoy se encuentran empañados, debéis hacer que nuevamente reflejen la caridad y la belleza de su espíritu.
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¿Por qué hoy despreciáis a las mismas que ayer indujisteis a la perdición? ¿Por qué decís que amáis, cuando no es amor lo que sentís? ¿Por qué procuráis que caigan otras y nada os detiene? Pensad, ¿Qué sentiría vuestro corazón si lo que hacéis con esas flores deshojadas lo hiciesen a vuestra madre, hermana, o con la mujer amada y por lo tanto respetada?
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¿Habéis pensado alguna vez en las heridas que causasteis a los padres de aquellas a quienes cultivaban con tanto amor? El hombre busca y exige en la mujer las virtudes y la hermosura, más ¿Por qué exigís lo que no merecéis? Si todas las mujeres que han pasado por la vida de un solo hombre, hubiesen recibido de él la palabra y el sentimiento de amor, de respeto y comprensión, el mundo no se en la altura de pecado en que está. Reconstruid con palabras y pensamientos lo que habéis destruido, dando a la honestidad, a la moral y a la virtud el valor que tienen, y vuestro corazón gozará cuando contempléis los hogares honrados por buenas esposas y madres dignas.
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Vuestra alegría será grande cuando miréis que la virtud retorna a aquellas que la habían perdido. ¿Por qué no ha de redimirse hasta el más pecador? Haced llegar a su mente y corazón mis pensamientos; llevadles mis mensajes hasta las mismas prisiones y aun a los lugares del fango, porque ellas llorarán de arrepentimiento y de dolor por no haber sido fuertes cuando el mundo con sus tentaciones las arrastró hacia la perversión. Toda mujer fue niña, toda mujer fue virgen, por lo tanto podéis llegar a su corazón por el camino de la sensibilidad. Llamadlas con el amor que eleva y no con la pasión que envilece, para que en mí presencia sientan el amor que buscan y que nunca encontraron entre los hombres. En esos corazones tristes descenderá mi ternura al hablarles y sabrán sentirme, y creerme.
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Entonces veréis cual es la obra que mancha y cual la que redime. Veréis las maravillas que hace el verdadero amor y aquellas florecitas caídas, volverán a adornar con su virtud y su fragancia el altar del universo. ¡AH SI CADA UNO DE VOSOTROS REDIMIESE SIQUIERA UNA¡
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No os expreséis mal de esa mujer, porque la palabra ofensiva que hiriere a una, herirá todas, porque desde ese instante también aquellas tendrán que convertirse en malos jueces. Los actos y secretos de los demás, respetadlos, porque no os corresponde juzgarlos. Prefiero hombres caídos en el pecado para levantarlos, que hipócritas que aparentan pureza y sin embargo pecan.
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Prefiero un gran pecador pero sincero, a la pretensión de una virtud. Vosotras mujeres, que os consideráis de clases superiores y os avergonzáis de aquellos que han pecado, ¡Ahí de vosotras si os sentís ofendidas por ello! Cuántas no habéis pecado materialmente, más sí con el pensamiento y cuántas habéis sabido ocultar las caídas. Entonces, si habéis pecado, ¿Por qué os escandalizáis?
Humanidad, Temas extraídos del tercer Testamento
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