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Explicad mi palabra a la niñez; mirad que mi doctrina no se detiene ante edades ni sexos; ella es para el espíritu. Explicadles mi palabra simplificándola y poniéndola al alcance de su mente, pero nunca olvidéis que la mejor forma de explicar mis lecciones, será a través de vuestra vida en la que ellos verán caridad, paciencia, humildad y espiritualidad. ESA SERÁ LA MEJOR FORMA DE ADOCTRINAR. Habladles de Jesús, de María y de todos aquellos hombres y mujeres que han traído al mundo un mensaje de luz. Enseñadles a orad por la humanidad, su oración inocente y pura como las flores, se elevará a mí y llegará a los corazones que sufren.
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DEJAD QUE LOS NIÑOS VENGAN A MÍ vuelvo a deciros; no porque les miréis pequeños penséis que no puedan recibirme. Cuando miréis a los niños hacedlo con respeto, porque no sabéis que espíritu se oculta en ellos, más de lo que podéis estar seguros es de que, en cada uno de esos pequeños seres existe un pasado que es toda una historia, toda una vida de evolución.
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El espíritu, cuando vive la niñez de su envoltura, necesita de el apoyo de los mayores, porque su materia es frágil para sostenerle; requiere de la ternura, para que su corazón no se endurezca, y también necesita de ejemplos y enseñanzas que le cultiven, le fortalezcan, y es preciso que todo esto sea favorable a su alrededor.
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El niño sabe intuitivamente que es impotente para luchar por si mismo. Y entonces deposita toda su confianza en sus padres, nada teme cuando se encuentra al lado de ellos; sólo bien espera y sabe que nada le faltará. LUEGO VA DESCUBRIENDO QUE EN ELLOS EXISTE UNA FUENTE DE SABER, DE TERNURA Y DE VIDA, POR LO QUE EN SU COMPAÑÍA, LLEGA A EXPERIMENTAR LA FELICIDAD. ¿Cuándo se sentirán así los hombres? ¿Cuándo alcanzarán esa fe, esa pureza y esa confianza que el niño posee en su inocencia?
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En verdad os digo: que cuando eso sea, volveréis a escuchar mi dulce palabra diciéndoos: DEJAD QUE LOS NIÑOS SE ACERQUEN A MÍ, PORQUE DE ELLOS ES EL REINO DE LOS CIELOS.
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A las madres les digo: enseñad a los niños a dar sus primeros pasos tanto en lo material como en lo espiritual, facilitadles el camino para que ellos puedan encontrarme, amarme y elevarse. Tened en cuenta que en cada nueva generación que surja de entre vosotros, irá siendo mayor el adelanto espiritual que alcance. HACED USO DE LA INTUICIÓN PARA GUIARLES Y NO LES DEIS MALOS EJEMPLOS NI FRUTOS VANOS A COMER.
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PADRES DE FAMILIA, EVITAD ERRORES Y MALOS EJEMPLOS; no os exijo perfección, solamente amor y caridad para con vuestros hijos, no quiero que esas nuevas generaciones tropiecen o se extravíen por causa vuestra, no quiero contemplarles llorando por falta de amor entre los suyos. HOY MEJOR QUE NUNCA SABEIS VUESTRA RESPONSABILIDAD ANTE MI JUSTICIA, PADRES Y MADRES, PORQUE ESOS SERES QUE NOMBRÁIS HIJOS POR VUESTRA SANGRE, SON ESPÍRITUS DE LOS CUALES ME TENDRÉIS QUE RESPONDER, Buscad siempre lo que dé honra y fortaleza a vuestros hijos y apartad de su camino los errores que pudieran constituir para ellos un tropiezo. Pensad sinceramente en las generaciones que tras de vosotros vienen, pensad en vuestros hijos, a los que, así como les habéis dado el ser material, también tenéis el deber de darles vida espiritual: aquella que es fe, virtud y espiritualidad.
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NO DEJÉIS QUE LOS NIÑOS SE PIERDAN DEL CAMINO DEL HOGAR, llamaré al esposo y le diré: ¿Por qué no sois dulce y comprensivo? ¿Por qué no encendéis el fuego del amor que es la llama que da vida a vuestra unión? Si le encuentro alejado de sus deberes, le sorprenderé diciéndole ¿Por qué os habéis apartado del camino? A la esposa le tocaré en las fibras más delicadas del corazón y le preguntaré: ¿Mujer, acaso creéis encontrar fuera del sendero de vuestro deber la paz que anheláis? No, os engañéis. No quedará un corazón a quien no haga sentir mi presencia, invitándole a la reconciliación, al amor y a la paz.
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Contemplo a los niños, sin alegría, sin paz, llenando del saber material su entendimiento, de las leyes y virtudes espirituales nada han aprendido y su espíritu entristecido ruega, implora caridad y su plegaria no es escuchada.
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Niñez bendita; conozco vuestra oración y entiendo vuestro lenguaje; no os toman en cuenta porque os juzgan pequeños y débiles sufriendo el espíritu que en vos se oculta.
Humanidad, Temas extraídos del tercer Testamento
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